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Ser adolescente hoy.

Para cualquier ser humano en el tiempo de su desarrollo evolutivo -nacer, crecer, reproducir , morir; generación tras generación-, pasar de chorrear el delantal blanco o el impecable uniforme azul de la escuela o del colegio, con temperas o vinilos o pinturas o plastilinas o barro o arena o agua, a no untarlo y mucho menos ensuciarlo ni pu el chiras con los múltiples colores del arco iris en el atardecer de un día medio lloviznado o con el mugre de las sustancias químicas de la naturaleza con olor a alegría; es de las situaciones más difíciles, complejas y enredadas de la vida:

"Llorar en esta transición de niño a adolescente esta prohibido muchísimo pero muchísimo más que cuando se tenían ocho o nueve o diez o …, ya no se puede llorar a los trece o a los catorce o a los quince a los … lo determina un código establecido inmodificable desde siempre por el mundo adulto; en donde la regla dice no se puede llorar no se puede llorar no se puede llorar, llorar es cosa de niñas". ¿Pero por qué solamente de niñas? ¿Los niños acaso no lloran? 

Cuando se es pequeño uno anda con las manos, la cara y el cuerpo que no se sabe de que color son, son los colores de la alegría, la felicidad, la creatividad y la tranquilidad:

Un revuelto de cosas de la despreocupación, y el ir y venir corriendo sin importar quien este por ahí; "nos pelamos las rodillas y nada pasa, sobrevivimos a la eventualidad de las rodillas peladas". 

“Se me cayeron las  temperas o los vinilos o las pinturas o las plastilinas o el barro o el recipiente con agua al suelo, dice a gritos de selva Majo, Yuyas, Yuyis, Shirly, Palestina, entre otros chiquillos o chiquillas; y no pasa nada, absolutamente nada; solamente de derramaron por una vez más los productos de la alegría, la felicidad, la creatividad y la tranquilidad.   

Pero apenas se comienza a ser grande ´porque uno cree que es grande cuando aún es pequeño´, cuida a no más dar ese delantal blanco o ese impecable uniforme azul de la escuela para no chorrearlo y siempre buscando mantenerlo más limpio que el cristal de un diamante puro o el agua recién destilada en el laboratorio, son los descolores de la fragilidad, de la vulnerabilidad, de la timidez y de la locha. Destilación impura, diría Paracelso.

Volver a tener las manos, la cara y el cuerpo chorreados con temperas o con vinilos o con pinturas o con plastilinas o con barro o con arena o con agua es algo que la escuela debe recuperar, para que los niños, preadolescentes y/o adolescentes sigan siendo niños, preadolescentes y/o adolescentes felices, muy felices.

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